Un primer día

El primer día de clase me encuentro como una extraña en mi propia facultad. Todo viene en la guía, todos los horarios van coincidiendo y la adjudicación de prácticas va sumando horas con las que no contaba, mañana y tarde, sí señor, de alguna manera tendría que pagar esa Erasmus tan relajada.
Estoy en la biblioteca y resulta que ahora hay que comprar un candado a lo "salbados por la campana" para guardar las cosas en la taquilla, si no, no te dejan entrar, "es lo que hay y tú lo sabías" eso me ha dicho el bibliotecario que ante mi cara de pena ha cedido sólo por hoy, a guardarme en la barra la mochila y dejarme entrar pero “sólo un momentillo".
He comido un trise sándwich de pavo y luego a clase de 4 a 5.
Resulta que luego hay barril, luego un colega celebra su cumple, y mañana me voy a Algeciras al rescate de mi prima que suspira por un él que está en Shangai.
Si todo sale bien, nos iremos a La habana o al Cairo el 21 o 22, y ya estoy agobiada porque no me gusta empezar faltando, una vez dentro de esta nuestra comunidad universitaria, y ese plan estresante "semos europeos" de la evaluación continua, tengo asignaturas que no me permiten ni faltar a clase o a practicas ni una sola vez, y trabajos a cada tema, y uno al final, en fin, maravillosa bienvenida.
Poco más, Granada está preciosa y esto está lleno de Erasmus despistadillos por cada esquina. He leído un montón de nombres raros en las listas de prácticas.
Ciao a tutti, siete grandi.