De azules y libros

SUCEDE... QUERER HABLAR CON LOS LABIOS CERRADOS; TANTOS COLORES IGUALES EN LAS CABEZAS DE TANTA GENTE DISTINTA... POR DONDE PASA UNA PERSONA PASA SU NOVELA... LIBROS LLENOS DE AZULES, DE AZULES Y DE LIBROS...

miércoles, diciembre 12, 2007

cap -XXVIII-


Arturo vislumbraba la llegada de un camión enorme, y todo el mundo sabe que los camiones suelen pararse en el arcén a recoger a las jovencitas que hacen autostop.

Así la veía, había apretado bien su atillo y comenzaba a tirar sin pena lo que le pesaba demasiado, y él la acompañaba paseando hasta algún lugar seguro en la carretera. Sabía que cuando llegara el momento él le diría “Aquí estás bien nena, no tardarán en llegar” y ella le daría un abrazo de oso y tal vez soltará alguna lagrimita por lo novelesco de la imagen pero poco más.

Y no estaba mal, en cierto modo así ocurrió con Inés, tal vez así debía seguir ocurriendo.

Las amantes de Arturo nunca se comportaron de ese modo. Era todo mucho más incómodo, mucho más fingido, una espectacular pose llena de artificios artificiales por no querer decir nada más comprometedor de la cuenta.

Pero con ella era distinto, Alicia nunca fingía.

Nunca.

Y si lo hacía, lo hacía tan bien que jamás se dio cuenta.

Ahora paseaba con ella junto a la carretera y ambos oían el sonido de los coches al adelantar, ella había dejado de temerlos pero aún no era el momento.

Un camión enorme y azul se aproximaría en la cuneta más soleada, la más bonita. Y Arturo diría discretamente; “Un placer”

Y mientras él pensaba en los caminos ancestrales que siempre llevan a Roma alguien muy cercano a Alicia había tomado una decisión pesada.

Las decisiones pesadas no deberían aplastarnos tan brutalmente, tan determinantemente, y es que es precisamente el estado de ánimo, un sentimiento en un momento determinado lo que decide los recovecos de las decisiones más complicadas.

Allí estaba ella, buscando cerillas para quemar las naves y temblando frente al número de teléfono del centro de acogida.

Y cómo iba Arturo siquiera a vislumbrar que aquella mujer invadida por el cáncer y la culpa era en realidad el lugar común entre Sofía, ahora Inés, y Alicia. Y como iba siquiera a vislumbrar que ambos pensaban en ella a la vez, en este exacto momento en el que alguien lo lee. Y ella escribe absorta sobre las Adelfas. Y ella la otra pasea por una calle bulliciosa preguntándose que habrá preparado su compañera para comer.

Misteriosos recovecos telepáticos.
Cóctel emocional.
Tres o cuatro batidas.Una más… y… ta chánnnn
El número da señal.
Arturo se siente sereno.
Alicia está bloqueada.
Inés le da una cucharada a las lentejas.

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