Viernes de concierto
Hoy ha sido el día, mi padre, papá, me vino a recoger a Granada, y es que empiezo por aquí porque entre nosotros siempre ha sido importante este momento, este término: Recoger.
El coche siempre ha sido uno más, con todas sus conversaciones y todas sus músicas y programas de radio; desde que cantaba a Laura Paussini hasta, no sé, el último de Drexler que le regalé.
La cuestión es que me ha recogido para un momento mítico y universal en el desarrollo de mi Yo pasado y futuro (me encantan estas espirales espirálicas y espiralíticas de las que siempre hablaba David en Torino)
Y a pesar de que no quedaran entradas a simple vista y de que confiáramos en la taquilla del gran "Palacio Erisana" lo verdaderamente importante es que lo intentamos.
Y en casa, leyéndole fragmentos de este maravilloso libro de la felicidad y buscando el estilismo adecuado (que resultó ser un vestido marrón muy corto y unas botas de tacón hipy noventero), y buscando el estilismo adecuado para él (que acabó siendo camiseta marrón y jersey de pico beige con vaqueros).
Nos aventuramos a la aventura (ummm me gusta esta frase) y sí, había entradas, y sí, nos dio tiempo a tomarnos un par de birras antes de la cita, y sí, nos encontramos con Rafa el loco por el camino y estuvimos hablando de mi Instituto mágico y de L. Trapiello y de... ufff, ya ni me acuerdo.
Y luego la apertura de puertas y ese grupo telonero corta venas que bien advirtió el Monty, pero... ¿y luego?
Christina no parecía estar cómoda entre un público que sólo lo veneraba a él y que ridiculizaba cada gesto de su languidez de pelo rubio y labios rojos, y a pesar de su dulzura y ñoñez encantadoras, Nacho Vegas llenaba el escenario y hasta se retiraba un poco en sus temas a solas para no robarle -inevitablemente- protagonismo.
Pero ella sonreía y se tocaba neuróticamente el cinturón, y yo, para compensarla, canté todas sus canciones con ella (aunque nunca lo sabrá.)
Nacho le queda bien, ha sido un disco increíble, le da un toque macarra a esa languidez de pseudo rockera glamurosa.
En "El Golem" de cervezas y hablando de como paradójicamente la tecnología vuelve a transportarnos a las palabras y a esas relaciones epistolares de cuando los amantes se pedían en matrimonio tras una sola cita pero un millón de letras, y también hubo psicoanálisis y risas y hasta conocimos al Asturiano bajo del grupo que era singular y pesado a partes casi iguales.
El camino a casa añorando un Shawarma granadino y convirtiéndolo en una pizza casera mientras él calcula en el ordenador y yo escribo en morado sobre estas páginas.
Una gran noche, un gran viernes de concierto.
Etiquetas: conciertos